Tres Coraçoes es un nombre con acústica romántica que a la mayoría de los futboleros argentinos no le significa nada. No pellizca nervios emocionales ni cognitivos. Difícilmente en la marcha de los miles de fanáticos que llegaron a Porto Alegre en lo que consideran un plan patriótico, el de ganar el tricampeonato del mundo en Brasil, alguien haya mencionado a Tres Coraçoes, un nombre tan desconcertante que podría formar parte de Preguntados: “¿Es el equipo en el que Neymar jugaba de garoto?, “¿Es una película de Juan José Campanella traducida al portugués?”, o “¿Es el chocolate preferido por Jospeh Blatter en Brasil?”.
Nada de eso. Tres Coraçoes es la Villa Fiorito de Brasil. El otro Belén del fútbol universal. O para decirlo sin rodeos, es la ciudad en la que nació Pelé, el Diego Maradona de esta parte del continente.
El sábado pasado, durante su fugaz estadía por el estadio Mineirao para ver Argentina-Irán, el Maradona original estuvo en Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, el estado en el que Pelé nació hace 73 años. Respetuoso de las tradiciones futboleras, Diego sabía dónde estaba pisando.
“Minas Gerais merecía un estadio moderno como el nuevo Mineirao. Acá hay tradición en el fútbol. Estoy muy contento por estar en Belo Horizonte. Agradezco ser tratado con cariño y respeto, mucho mejor que en Río de Janeiro”, dijo Maradona, en alusión a su experiencia fallida en el Maracaná para Argentina-Bosnia, mientras posaba con la 10 del Atlético Mineiro, la de Ronaldinho, uno de los grandes equipos de la ciudad junto al Cruzeiro.
Pero Maradona estaba en el estado natal de Pelé y no dijo nada al respecto. Acaso porque sólo tenía dardos para Julio Grondona en su nueva cruzada contra el presidente de la AFA o porque no sabía que su Némesis nació aquí, en el interior de Minas Gerais, y no en Santos, el club paulista en el que “O Rei” construyó su leyenda. Y como el campamento de Lionel Messi y sus salieris también está en Belo Horizonte, se podría decir que Argentina duerme en la casa de Pelé.
En realidad, Tres Coraçoes queda a 287 kilómetros al sur de Belo Horizonte, justo a mitad de camino de la autopista que une a la capital de Minas Gerais con San Pablo. Son cinco horas en colectivo entre cientos de camiones que serpentean entre las ondulaciones de las sierras mineiras y, como el nombre del estado lo indica, decenas de minas a cielo abierto. Son los paisajes que le pertenecen a Brasil, no a la FIFA.
Y entonces aparece el Fiorito de Brasil. Ya en el acceso desde la autopista a la ciudad, una ciudad pequeña y caminable de 70.000 personas, un monumento a Pelé rodeado de tres corazones anuncia de qué va este lugar. Si los Mundiales son un parque de diversiones del fútbol, o un parque de diversiones para adultos, Tres Coraçoes es Pelelandia.
En la terminal de colectivos -la Rodoviaria, acaso la palabra más fácil para chapucear portuñol- un cartel ofrece la bienvenida: “La casa de Pelé”. Es el prólogo a una ciudad que reverencia a su nativo más famoso. Tres Coraçoes tiene además una plaza Pelé en la que lógicamente hay otro monumento a… Pelé, como si fuese un José de San Martín o un Manuel Belgrano pero a escala futbolera y sosteniendo la Copa Jules Rimet, el trofeo que Brasil y Pelé ganaron por tercera vez y se aseguraron en México 70.
Un cartel anuncia que el “monumento al tricampeonato” fue construido en 1971. En la plaza también hay una placa de bronce que hace referencia y reverencia al “Rei Pelé” y otra que recuerda como un mantra la formación de aquel equipo: Felix; Carlos Alberto, Brito; Piazza, Everaldo, Clodoaldo; Jair, Gerson, Tostao, Pele y Rivelinho. El Barcelona de Pep Guardiola en versión selección nacional y con esquema 2-3-5. Debajo, indiferentes, las madres amamantan a sus hijos y pandillas de adolescentes dejan pasar el tiempo mientras los autos pasan con banderas brasileñas. Es todo tan verde y amarillo en Tres Coraçoes que los visitantes se convierten en daltónicos.
Para llegar al domicilio natal de Pelé hay que zigzaguear hacia arriba. Es una misión tan sencilla como llegar a Tucumán y preguntar dónde está la casa de la Independencia. Todos saben dónde nació el Jesús del fútbol brasileño. La estructura original había sido derrumbada en 1970 pero en 2012 una réplica fue reconstruida con el aporte del gobierno brasileño y se convirtió en una casa-museo. El propio Pelé volvió en 2013 y, según cuenta una de las guías, Sueling, se emocionó al abrir la puerta: “Está todo igual”, dijo.
En realidad, si Villa Fiorito es un lugar del conurbano bonaerense al que Dios -justamente- le soltó la mano, Tres Coraçoes es un lugar sin urgencias. No hay lujos pero tampoco favelas. Una diferencia similar se puede trazar entre la casa en la que nació y se crió Diego, la de Azamor esquina Mario Bravo, con la de Pelé. La del argentino era precaria. La del brasileño, de clase media. Que no tuviera baño, y que para ducharse se debiera usar una tinaja, parece más una imposición de la época que las necesidades de una familia que vivía en tres habitaciones, cocina separada y jardín enorme.
En la calle de Pelelandia cuelga un cartel que simula el nombre y la dirección de la calle: “Rua Pele, 1.000”, en referencia a sus goles. En su habitación se mantiene la cuna original. De las paredes cuelgan fotos de Pelé de niño. También de su padre futbolista, Dondinho, que aparece junto a sus compañeros de Atlético Mineiro de Tres Coraçoes y del Sao Lourenço, el equipo de otra ciudad de Minas Gerais, ubicada a 100 kilómetros. Allí se fue a jugar Dondinho y arrastró a su familia cuando Pelé tenía tres años y todavía era Edson Arantes do Nascimiento.
Justamente, su apodo lo adoptaría ya lejos de Tres Coraçoes, cuando idolatraba al arquero del Sao Lourenço, Bilé, y de tanto nombrarlo pasó a ser conocido como Pelé.
Sueling, la guía de la casa-museo, le pregunta al reportero por su nacionalidad. Apenas escucha Argentina se lleva las manos a los oídos, como si no hubiese querido escuchar esa respuesta, pero de inmediato aclara. “Cuando vienen argentinos lo primero que nos dicen es que Maradona es su Dios. A nosotros nos gusta Argentina. Somos sus admiradores. Ojalá hagan un gran Mundial... hasta la final”.